Esta mañana lo último que pedía el cuerpo era salir de casa, -3º en el coche y todo llenito de hielo…a rascar se ha dicho.
No hay mal que por bien no venga y la helada nocturna sin dura era la señal de que el día estaría despejado, frio, pero al menos con sol, un café en el camino ayuda a calentar el cuerpo y a subir los ánimos, porque realmente anoche llegue a pensar en no salir de pesca.
Campos helados y una ligera neblina saliendo del agua, el embalse parece un cristal, el agua está bastante fría y muy transparente, mientras preparo el equipo vigilo las orillas en busca de alguna señal de que están ahí…supongo que sí, pero en estas fechas nada se puede dar por sentado.
Cerca del coche hay un muro derruido, un lugar perfecto para “camuflarme” y observar las orillas, a la espera de que algún valiente barbo entre en mi zona, desde luego que el lugar tiene buena pinta, en mi terminal una avispa de foam, en realidad lo lógico sería haber puesto una ninfa, pero prefiero hacer el intento a ver si están activos aun en superficie.
No tarda mucho en aparecer el primer barbo, y la suerte me acompaña; primer barbo, primer lance y primera captura, el pez entra franco la avispa de foam, lento pero sin pensárselo.
Tras la lucha foto y a continuar pescando, increíble que cada pez que localizaba se lanzaba si dudar a por la mosca, menos peces que en plena temporada, pero con más confianza, desde luego que hoy tenían muchas ganas y a pesar de ir alimentándose en el fondo todos y cada uno subían a tomar el engaño.
Resultado, algo más de una docena de capturas en cuatro horas de pesca, realmente lo firmaría en cualquier día del verano, pero lo sorprendente es que estamos en diciembre…