Cada vez aprecio más no limitar mis jornadas únicamente a los peces, y es que las más de las ocasiones los lugares donde estamos pescando esconden muchos tesoros a solo un paso, basta abrir los ojos y dedicar un rato a investigar la zona.
En la última salida he descubierto que justo a mi espalda, entre los acantilados de roca se escondía una cueva en la que había construida una ermita templaría, ermita que ya apenas existe, pues está destruida, pero algunas piedras se han aprovechado para la reconstrucción de un pequeño templo.
No pretendo extenderme en este aspecto, pues sé que esto es un blog de pesca, pero llama la atención que muchas de las ermitas templarias se construyeran cerca de cuevas que en tiempos pretéritos ya acogían lugares sagrados para los habitantes de la prehistoria, repitiéndose el lugar sagrado durante siglos y siglos y casi siempre se hacia la cristianización del templo pagano con la aparición de una virgen en la susodicha cueva.
Realmente tiene cierta magia estar pescando en un lugar donde se nota la impronta de la historia y no me extraña lo sagrado del lugar, pues su visión es un regalo para los sentidos.
Los barbos no compartían mi epifanía y durante casi toda la mañana han estado apáticos y poco dados a las secas, de hecho los pocos que subían comían la mosca de muy mala manera, sin ganas, hecho no reprochable, pues en agosto es lo que hay.
Por la tarde he cambiado de zona, buscando las orillas golpeadas por el viento y con ello aguas mas oxigenadas y con algún grado menos, y ha sido un acierto, en estas condiciones los barbos han respondido y las capturas han comenzado a sucederse, avispas, hormigas y hopper juan han sido las imitaciones estrella.
La jornada ha sido bastante buena, saliendo incluso un par de buenos barbos, la conclusión es la necesidad de adaptarse a las condiciones, a pesar de ser agosto, buscar orillas azotadas por el viento que mejoren las condiciones de cara a los peces puede ser clave, una orilla muerta y otra bullente de actividad, no hay que conformase.
